viernes, 20 de mayo de 2011

NARRACIÓN

Josefa Espejo Sánchez,
 (Esposa de Emiliano Zapata)


Soy una mujer apasionada que motivada con el ejemplo de mi gran amiga chepita como le llamo con cariño, formé parte del movimiento revolucionario encabezado por el gran amor de su vida Emiliano Zapata. Deseo contarles esta historia que no es muy conocida pero que puede ayudar a entender un poquito más todos los cambios que propició Emiliano aún en su relación persona y que ayudó a muchas mujeres como yo a sentirnos orgullosas de formar parte de su ejército.  Josefa se involucró amorosamente con Emiliano Zapata e,l noviazgo de una mujer que pertenecía a la élite porfirista con un hombre como él, que en años siguientes comandaría un ejército en contra de los hacendados y opresores de campesinos fue sancionado por su familia y por su clase.
Para don Fidencio, padre de Josefa, Josefita merecía una relación de noviazgo con un sujeto de su clase, de la alta sociedad que le ofreciera las condiciones de vida a las que ella estaba acostumbrada y que simpatizara también con los defensores del régimen dictatorial, por lo que en varias ocasiones estando presente, el padre le advertía: “Emiliano no te conviene; es un verdadero barrendero, jugador, mujeriego que no tiene ni burro que montar”.
No obstante estas dificultades, la pareja se las ingenió para tener momentos felices. A la usanza de la época, el noviazgo creció entre tecorrales y “manías”;  por ejemplo  cuando Josefa salía a lavar las vasijas en las aguas del apantle Los Tomases, que quedaba frente al rancho de sus padres, Emiliano acompañado de un amigo (previo acuerdo entre ellos) colocaba una carta de amor dentro de la copa de su sombrero y lo dejaba correr por el agua de tal manera que Josefa tomara el mensaje amoroso unos metros abajo y dejara el sombrero en el curso de la corriente, hasta que el amigo de Emiliano lo recuperara para luego partir al final del recorrido los dos compañeros. Para sus citas la señal cambiaba, si una noche se escuchaba el silbido de Emiliano y un caballo trotando a todo galope, Josefa sabía que al día siguiente debía buscar algún mensaje debajo de la piedra del tecorral que únicamente ellos sabían. Como confidente luego me compartía los sucesos que tenían lugar en esos hermosos momentos que pasaban juntos.
Así transcurrían los días hasta que un día inesperadamente me dijo que su padre había decidido que se irían a vivir a Villa de Ayala y  habitarían la casa marcada con el número 28, en la Avenida Lázaro Cárdenas y que esperaba verme por ahí; llegando la fecha de su partida tan rápidamente como cuando me dio la noticia.
No pude ir tan pronto como hubiera querido pero cuando fui me quede a vivir en su casa y pude ver que este cambio había facilitado el noviazgo de la pareja y les permitió tener acciones más atrevidas como lo fueron las serenatas, las cuales el enamorado llevaba en compañía de la banda de viento que dirigía el profesor Pablo Torres Burgos; también se hacía acompañar de Cándido Muñoz Vélez, su “concuño”; éste resaltaba por la cercanía que tenía entonces con Emiliano, ambos coincidían en tener una novia de nombre Josefa, sólo que el apellido de la otra mujer era Placencia  Avila , por tal situación de homonimia, ellos bromeaban de las serenatas de las “Josefitas”.
Pasado un tiempo muere don Fidencio y ellos deciden casarse en agosto de 1911 en la  Parroquia de San José, del poblado de Villa de Ayala. Sin mayor objeción que la cancelación de los “lazos de amistad” con los hacendados porfiristas de la región. Este evento resultó importante no sólo para la pareja sino para la población en general, ya que como padrinos tuvieron a dos personajes de importancia nacional: Francisco Indalecio Madero y Sara Pérez de Madero, quienes obsequiaron como regalos de bodas, un anillo con juego de aretes y camafeo hechos de oro con incrustaciones de coral; la fiesta se realizó después de la ceremonia al medio día, tocaron dos bandas de música de viento y en el banquete hubo arroz y frijoles ayocotes hasta para la gente que no pudo ir a la ceremonia religiosa por miedo al ver tanta tropa dentro y fuera del pueblo resguardando la figura de Madero.
 Lo que me parece importante comentar es que Emiliano le pidió a Chepita  no usar el vestido que le hiciera Olaya, pues se mostraba lujoso para las costumbres del pueblo, en su lugar se vistiera con las prendas que los campesinos utilizaban para esta ceremo-nia religiosa y que si ella lo deseaba el otro atuendo lo llevara al banquete de su casa.

Esta boda tuvo como marco el movimiento armado de “los alzados” con Pablo Torres Burgos y Emiliano Zapata y los intentos de pacificación por parte de Francisco I. Madero, para este último el compromiso filial significaba la adhesión sin cuestionamiento de las tropas rebeldes zapatistas al proyecto maderista; sin embargo, para Zapata sólo representaba una relación personal que no condicionaba sus objetivos de lucha llegando posteriormente a desconocer el gobierno de “su padrino”.
Josefa procreó dos hijos con Emiliano. El primero Emilio nació en el cerro El Jilguero y murió a la edad de cinco años en uno de los tantos refugios que como familia tuvieron. Su muerte fue trágica ya que no fue fácil evadir los peligros del monte y menos aún para un pequeño a quien el juego se apetece en cualquier lugar. Emilio fue mordido por una víbora de cascabel y su salvación resultó prácticamente imposible. La segunda hija fue Josefa; ella nació el Tlaltizapán y su suerte no fue distinta a la de su hermano: su muerte resultó por la picadura de alacrán, su vida culminó un año antes que la de Emilio; de esta forma Josefa quedó sin hijos en poco tiempo pero además con la constante angustia de perder en cualquier momento la vida ya que ser la esposa del “caudillo del sur” le causó múltiples persecuciones por los gobiernos del general golpista Victoriano Huerta y por la de Venustiano Carranza.  
La vida de Josefa en estos  años fue un constante ir y venir por sitios de “seguridad”, evitando caer prisionera o muerta en alguna emboscada, tal situación la compartí al igual que un número considerable de mujeres y eso nos impidió  tener una vida como nos  habían enseñado de pequeñas, es decir, sin participación en la dinámica y acciones que se realizarán fuera del hogar. Lo más notable es que muerto Emiliano y licenciados los ejércitos rebeldes, Josefa es conocida como “La Generala”, por ser la viuda del General y las que participamos con ella nos sentimos muy orgullosas.
La vida de Josefa Espejo Sánchez, sus peligros, sus angustias, miedos y todos los sentimientos que una revolución generó para mujeres educadas en una visión de la vida donde no cabían como sujetos con decisión, con voz y voto;  fue nuestra vida y la vida de un centenar de mujeres que en ese momento nos vimos involucradas en una revolución que no nos incluía más que como menores de edad a quienes había que “cuidar” y que sin embargo debían sortear todos los riesgos que las armas implicaron además de que debían tomar decisiones importantes al verse inmersas en situaciones como detenciones, interrogatorios e incluso tortura y un descarado abuso sexual.  

Una de las acciones que le tocó emprender a Josefa al culminar el movimiento armado fue la construcción de la escuela secundaria “Tierra y Libertad” en la Villa de Ayala.

El viernes 8 de agosto de 1968 muere “La Generala” en su casa ubicada en Avenida Lázaro Cárdenas No. 28 en la Villa de Ayala, acompañando sus restos hasta el Panteón Municipal de Anenecuilco a un costado del lado sur de la Iglesia de San Miguel”.


 La presencia de Josefa esposa de Don Emiliano Zapata Salazar en esta narrativa  es como un recordatorio de que la mujer ha estado en todos los momentos relevantes en la vida del estado y aún más del país.

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